Se acaba el verano, los días se hacen más cortos, empieza a refrescar… Toca despedirnos de las vacaciones estivales (quien las haya podido disfrutar) y volver a la rutina de trabajos y colegios. Y es inevitable sentir cierta tristeza, o por lo menos algo de pereza, los primeros días.
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Si durante la época de vacaciones nuestro cerebro se rebeló porque le rompimos los horarios y cometimos exceso tras exceso. Porque le costó un tiempo bajar el ritmo y acomodarse a los típicos planes sin plan veraniegos. E incluso los primeros días tu organismo aprovechó para enfermar y soltar toda la tensión que estaba aguantando. (Puedes leer por qué ocurre esto en mi artículo Cómo salvar tus vacaciones de ti misma.) En esta ocasión pasamos por lo mismo pero al contrario.
Una vez probada la libertad, el despertador nos parece un tirano. La ropa más formal que usamos para trabajar nos parece que aprieta más de lo habitual (y no solo porque hayamos podido coger algo de peso en verano). Y aunque nos guste nuestro trabajo, necesitamos un periodo de adaptación para recuperar la productividad.
Sin embargo, retornar a cierto orden nos sienta bien. Recuerda que a nuestro cerebro no le gusta la incertidumbre. Por lo que retomar las rutinas de forma inteligente te ayudará a economizar tus esfuerzos de adaptación y alejar el incipiente estrés.
Para intentar adaptarnos lo mejor posible a esta nueva situación, aquí te cuento 5 trucos que te ayudarán a sobrellevar la vuelta a la rutina sin sufrir los dramas del síndrome post-vacacional.
Nuestro enemigo invisible, nuestro obstáculo oculto a la hora de retomar las rutinas laborales, es siempre el estrés. Te hace sentir inexplicablemente cansado/a, fácilmente irascible, quizás triste… Cualquier persona, por muy maravillosa que sea, se vuelve difícil de llevar cuando se estresa.
El estrés es un mecanismo natural de defensa que hace circular por nuestra sangre ciertas hormonas responsables de activar nuestro estado de alerta. Cada vez que nuestro nivel de cortisol se eleva, aunque haya pasado ya el peligro, tardaremos varias horas en regresar a nuestro estado de paz anterior.
¿Cómo podemos favorecer ese retorno a la serenidad?
Podemos centrarnos en observar nuestra actitud ante lo que nos ocurre. El pensamiento positivo es una estrategia demostrada para entrenar tu actitud ante la vida. Sé que muchas personas no creen en la psicología positiva, pero no podrán negar que la forma de pensar de cada uno/a influye en su forma de ver el mundo.
Así que dejemos a un lado tanta crítica y tanta queja y nutramos nuestra mente con pensamientos más positivos y constructivos que nos animen a seguir adelante. Para compensar el sesgo a la negatividad de nuestro cerebro, prueba con este ejercicio: por cada pensamiento tóxico del que tomes consciencia, ten otros 3 pensamientos nutritivos para compensarlo.
Truco rápido: Haz una lista de tus pensamientos favoritos, personas y cosas que te gustan, aquello por lo que das gracias a la vida, y llévala contigo para poder releerla cuando sientas que te falta energía y te estás poniendo catastrofista. Sería una versión exprés del Diario de gratitud.
Cuidemos de nuestros pensamientos porque ellos son la base de nuestro carácter. Potenciemos aquello que nos hace bien y minimicemos lo que nos hace mal para que nuestra actitud ante la vida sea lo más resiliente posible.
Cada organismo tiene un equilibrio; si se rompe ese equilibrio, aparecen las enfermedades. Así que vamos a cuidar nuestros hábitos, entre ellos nuestra alimentación, para que ese equilibrio nos mantenga sanos/as y protegidos/as.
Para contrarrestar los efectos del cortisol elevado, incluye en tu dieta alimentos que contengan omega 3, toma vitamina C a diario y mantente bien hidratado/a.
Somos un 60% de agua en nuestra edad adulta y más de la mitad de esta agua se encuentra en el interior de nuestras células; el resto circula en la sangre para bañar los tejidos. La deshidratación genera estrés a nuestros órganos internos e impide su correcto funcionamiento. Bebe de 6 a 8 vasos de agua al día para que tu hígado y tus riñones puedan eliminar las toxinas, tu sangre pueda distribuir los nutrientes de manera óptima y se regule tu temperatura corporal de manera más eficiente.
Una dieta semanal saludable incluye pescado azul (como sardinas, caballas, atún, trucha, salmón…), algo de marisco, frutas ricas en vitamina C, espárragos, huevos, verduras verdes y nueces. ¿Por qué? Pues porque el omega 3 protege tu sistema cardiovascular, tiene cualidades antiinflamatorias y contribuye a aumentar el «colesterol bueno». Y la vitamina C fortalece tu sistema autoinmune, favorece la absorción de hierro para que no suframos anemia y contribuye al colágeno de la piel.
Haz deporte o algún ejercicio físico, especialmente de tipo aeróbico, spinning, correr, nadar, bodypump y similares.
No hace falta que te revientes en el gimnasio, con un poco cada día es suficiente. Simplemente salir a caminar media hora diaria ya funciona. El ejercicio físico estimula todo tu cuerpo, aumenta tu capacidad pulmonar, fortalece tu corazón, activa tu metabolismo, etc. Además de activar la segregación de endorfinas, que junto a la dopamina y la serotonina te producen esa sensación tan placentera de bienestar.
La meditación sentada o en movimiento también activa el circuito de HORMONAS DE LA FELICIDAD.
Con la práctica regular desarrollarás un estado mental que te permitirá permanecer presente en el momento, con atención plena y ACEPTACIÓN de la experiencia. Esto te permitirá relacionarte de otra forma con tus pensamientos (que son los responsables de tus emociones) y con las demás personas de tu entorno, desde una PERSPECTIVA más amplia y consciente.
A nivel fisiológico, los beneficios de practicar mindfulness son muchos:
Último truco para volver a la rutina sin dramas: cuidar de nuestro entorno. Y con ello me refiero a las personas que constituyen nuestro mundo cercano, familiar, nuestra zona de confort. Toma consciencia de tus relaciones interpersonales: ¿Cuántas personas que conoces incluirías en tu red básica de apoyo? ¿A cuántas de ellas le confiarías tus pensamientos más privados?
Rodéate de personas que te apoyen de forma constructiva, que te recarguen las pilas cuando estás de bajón, que te ofrezcan su hombro para desahogarte cuando lo necesitas…
Y mantén cierta distancia de cortesía con aquellas otras personas que te agoten, te roben tu alegría e intenten limitarte.
No siempre podemos eliminar a las personas tóxicas de nuestro entorno, pero sí podemos ser como el aceite por el que resbalan las gotas de agua malintencionada que nos salpican.
RECUERDA: lo que te sucede no es ni bueno ni malo en sí mismo; depende de cómo lo interpretes. Y nadie puede ofenderte si tú no recoges la ofensa.
Espero que estos 5 trucos te ayuden a manejar mejor tu estrés ahora que regresamos a la rutina de trabajos y colegios. Ya sabes que estoy a tu disposición para que me cuentes tu historia y creemos una camino a tu medida. Pide aquí tu primera sesión de valoración gratuita conmigo.
Comenta y comparte estas estrategias con quien creas que las puede necesitar. Y puedes seguirme en las redes sociales (@InmaRomeroMCP) para conocer más consejos y recomendaciones útiles que te ayuden en tu crecimiento personal y profesional.
EL CAMBIO SE PRODUCE A BASE DE PEQUEÑOS PASOS
¡Feliz día!
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